Introducción:
Se suele decir que un patrón dietético debe respetar las tradiciones, la cultura y los hábitos de la mayoría de las personas de una población. Y en España esto se cumple con la dieta mediterránea. En realidad es una cultura milenaria que recoge una forma ideal de alimentarse y también un estilo de vida completo, propio de los países de la zona mediterránea, como es el caso de Chipre, Croacia, Grecia, España, Francia, Marruecos y Portugal.
Son numerosos los estudios que relacionan el patrón dietético mediterráneo con beneficios fisiológicos para nuestro organismo, prevención de enfermedades crónicas, cardiovasculares y metabólicas (1-8).
Tampoco podemos negar la realidad y reconocer que otras estrategias pueden ser útiles (9). Y es que otros modelos dietéticos que en ciertas personas pueden ser una herramienta útil y que debemos por tanto conocer. Dos de los más extendidos y de moda entre la población son el ayuno intermitente y la dieta cetogénica.
Junto con unas adecuadas pautas alimenticias, la práctica de ejercicio físico tiene efectos positivos en la salud y en la pérdida de peso corporal (10).
Ayuno intermitente:
En los últimos tiempos diversas personas promueven el ayuno intermitente asegurando que la evidencia sugiere que es muy interesante. Y por este motivo (además de otras razones), el ayuno intermitente, en días alternos y otras formas de descompensación calórica periódica están ganando popularidad en la prensa no científica e incluso en el ámbito de la investigación animal y humana.
No hay que olvidar que en realidad ayunar de forma voluntaria es decir, restringir alimentos sólidos, es algo que se ha hecho a lo largo de la historia por cuestiones culturales, patológicas, religiosas, por diversas tradiciones y por supuesto también de forma involuntaria ( hambrunas, guerras…) pero además si de evolución hablamos…resulta razonable pensar que nuestros ancestros durante milenios no tuvieron a su disposición alimentos para comer cada pocas horas, sino que seguramente se alternarían periodos en los cuales se comía mucho más (periodos de caza, de recolección de frutas etc…) con periodos de escasez durante horas o días apenas se podría ingerir nada.
En realidad el ayuno intermitente es un término amplio que abarca una variedad de programas que manipulan el momento de las comidas al utilizar ayunos para mejorar la composición corporal y la salud en general. No se puede negar que existen diversas revisiones que examinan los estudios realizados en programas de ayuno intermitente para determinar si son efectivos para mejorar la composición corporal y los marcadores clínicos de salud asociados con la enfermedad (11).
Los protocolos de ayuno intermitente se pueden agrupar de muchas formas, pero en general pudiéramos hablar de ayuno de días alternos, ayuno de día completo y alimentación con restricción de tiempo. Existen algunos estudios sugerentes en cuanto a los resultados de esta estrategia tan popular pero si de seres humanos hablamos debemos recordar que no hay una gran cantidad de investigaciones todavía que permitan construir una muy fuerte evidencia científica (12), lo cual no quiere decir que no se trate de una herramienta que puede ser útil e interesante.
Se ha formulado la hipótesis de que los regímenes de ayuno intermitente influyen en la regulación metabólica a través de los efectos sobre la biología circadiana, la microbiota intestinal y los comportamientos modificables del estilo de vida, como el sueño. En este sentido estos regímenes alimentarios podrían ofrecer prometedores enfoques no farmacológicos para mejorar la salud de determinados segmento de la población (13).
Hay que reconocer, que si de pérdida de peso hablamos, puede ser una herramienta útil. De hecho en una revisión sistemática publicada en el año 2020 que recoge 27 ensayos clínicos, se pudo encontrar una pérdida de peso de entre el 0,8% y el 13,0% del peso inicial y además sin eventos adversos graves e incluso cuando se incluían pacientes con diabetes tipo 2 se documentó una mejora en el control glucémico (14).
Más allá del peso, el ayuno intermitente puede ser un tratamiento dietético interesante o al menos a tener en cuenta en algunas enfermedades. De forma constante van apareciendo más estudios sobre la eficacia del ayuno intermitente en patologías como enfermedades degenerativas crónicas, inflamatorias, reumáticas (15-16) como puede ser la artritis reumatoide y otras muchas.
Como método que sirve de ayuda en la restricción calórica, hace años que el ayuno intermitente se sugiere también como una estrategia útil para reducir o ralentizar el envejecimiento (17). Además de por la restricción calórica, se ha propuesto que uno de los motivos de los beneficios del ayuno intermitente puede ser también la autofagia. La autofagia es un proceso de degradación lisosómica y un mecanismo de protección para eliminar orgánulos dañados, proteínas mal plegadas y ciertos patógenos invasores.
Tradicionalmente, se ha considerado que la privación de alimentos y la restricción calórica tienen un papel en la regulación de la autofagia, la evidencia sugiere de manera abrumadora que la autofagia es inducida en una amplia variedad de tejidos y órganos en respuesta a la privación de alimentos (18). Obviamente el ayuno intermitente en cualquiera de sus versiones es una forma de reducir ingesta calórica total y conseguir una restricción calórica (17).
La autofagia disfuncional contribuye a muchas enfermedades, incluyendo el cáncer. La autofagia puede suprimir o promover tumores dependiendo de la etapa de desarrollo y del tipo de tumor, y la modulación de la autofagia para el tratamiento del cáncer es un enfoque terapéutico interesante que se está investigando intensamente. La restricción nutricional es un protocolo prometedor para modular la autofagia (18) y mejorar la eficacia de las terapias contra el cáncer, protegiendo al mismo tiempo las células normales (19).
Algunos estudios sugieren que la estrategia de restricción calórica intermitente puede ser especialmente interesante en personas con sobrepeso y obesas y preferible ( si de cáncer hablamos) a una reducción de kilocalorías permanente. Si hablamos de individuos sanos parece que no hay diferencia (20).
Si de deporte hablamos, en lo que respecta a los ejercicios de alta intensidad y resistencia, los estudios han sido variados, pero son uniformes en cuanto a que no hay ningún beneficio (tampoco perjuicio) en el rendimiento deportivo durante el ayuno intermitente (21), lo mismo ocurre si de lo que hablamos es de fuerza (22). Es necesario realizar más estudios a largo plazo para evaluar los protocolos específicos de ayuno durante el deporte.
Además el ayuno intermitente puede alterar en positivo la microbiota intestinal (23) y como consecuencia de ello permitir una serie de beneficios fisiológicos (13) que reducen el riesgo de padecer ciertas patologías etc…
En conclusión, el ayuno intermitente puede ser una opción para determinadas personas, aunque puede ser eficaz, lo es tanto como la mediterránea pero no parece que más (24).
Dieta Cetogénica:
Ciertamente a principios del siglo 20 ya se conocía una relación entre el ayuno y los beneficios en las convulsiones y fue el doctor Wilder, de la clínica Mayo quien sugirió que este efecto que se conseguía con el ayuno quizás era debido a la generación de cuerpos cetónicos y por ello propuso como alternativa una dieta rica en grasas y baja en hidratos de carbono para conseguir un efecto parecido (25-26). Por ello, la dieta cetogénica es un modelo dietético que ya se conoce desde hace mucho, aunque en sus inicios se empleaba para tratar convulsiones epilépticas en niños (27). Con el tiempo, a partir del modelo original se fueron desarrollando variantes que además de alimentos naturales incluían elementos como triglicéridos de cadena media, entre otras cosas (28). Este modelo se ha aplicado posteriormente en otra serie de situaciones con mayor o menos éxito (29) como en la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, el glaucoma, y para perder peso.
Aunque no se puede generalizar (depende mucho de cada persona, de su actividad física, composición corporal etc..) en general se habla de una dieta cetogénica cuando el aporte de hidratos de carbono es de no más de 20-50 gramos al día, ya que en dichas circunstancias se generan los llamados cuerpos cetónicos. Aun así, y por los motivos antes comentados, no es conveniente tomar esa cifra como un valor determinante.
Los cuerpos cetónicos son unas moléculas cuya producción se maximiza en ausencia de hidratos de carbono. Realmente cuando nuestro organismo utiliza la grasa como fuente de energía, oxida los ácidos grasos en las mitocondrias celulares (en especial en el hígado) y en este proceso se forman tres moléculas (acetona, betahidroxibutirato y acetoacetato, éste último puede proceder del colesterol) que se conocen como cuerpos cetónicos. Estas tres moléculas (acetona, betahidroxibutirato y acetoacetato) realmente tienen la consideración de residuos metabólicos, sin embargo no hay que olvidar que en los tejidos de fuera del hígado estos compuestos “entran” en el ciclo de Krebs con lo cual permiten obtener energía y por ello son una fuente de energía extra. Pero para que produzcan energía debe existir glucosa suficiente. La acetona es una excepción puesto que se elimina por la orina y por la respiración (precisamente por eso cuando sus niveles están aumentados pueden provocar que el aliento tengo un olor característico).
Haciendo referencia a la masa muscular, debemos de tener en cuenta que muchas veces estas dietas se utilizan como estrategias de pérdida de peso por parte de personas que hacen ejercicio y atletas. Al examinar la literatura, la mayoría de los estudios informan de disminuciones en la masa libre de grasa en los individuos que siguen una dieta cetogénica. Sin embargo, existen algunos factores de confusión, como el uso de dietas demasiado agresivas para perder peso y los posibles errores en las técnicas sobre la medición de la masa libre de grasa. Un número limitado de estudios ha examinado la combinación de entrenamiento con dietas cetogénicas, y se necesitan más investigaciones para determinar si el entrenamiento puede efectivamente frenar o detener la pérdida de masa libre de grasa que se observa típicamente en los individuos que siguen una dieta cetogénica (30) aunque podemos sugerir que si se entrena, no se pierde demasiada masa muscular y se puede conservar y además se mantiene la fuerza, rendimiento y la potencia (31).
En la literatura se citan posibles efectos secundarios y complicaciones de este tipo de dietas (32-37) aunque en contra de lo que hace años se pensaba en general suelen ser problemas transitorios y fácilmente controlables. De hecho, en estudios (38) donde se evalúa el efecto de la dieta cetogénica a medio y a largo plazo, se concluye que este tipo de dieta si es empleada por profesionales entrenados en su uso en práctica clínica parece ser capaz de mejorar de manera significativa en el medio plazo una serie de parámetros de antropométricos, hemodinámicos y de laboratorio y además tener una buena tolerabilidad global.
Es muy elevada la evidencia científica favorable a su uso en epilepsia refractaria en niños (39,40) e incluso en adultos (41) pero se debe evitar si hay enfermedad renal.
También hay evidencia científica favorable a su uso en relación a la pérdida de peso corporal. De hecho la práctica de la actividad física y seguir dieta cetogénica pueden tener un doble efecto al ayudar en los procesos de pérdida de peso y de mejora de la composición corporal. Parece que las intervenciones con dieta cetogénica y ejercicio son todavía mejores pues reportan una disminución del peso, de la grasa pero sin embargo hay un mantenimiento, e incluso un aumento de la masa muscular (42). Y sí, la dieta cetogénica por tanto puede ser una herramienta útil para la pérdida de peso (43) e incluso cuando hay alteraciones endocrinas como ovario poliquístico u otras (44).
En el síndrome metabólico también puede tener utilidad este modelo dietético (45) e incluso puede ayudar a reducir el apetito (45) y ser un tratamiento útil en diabetes tipo 2 (46) por encima quizás de otras herramientas (47).
También la dieta cetogénica se ha relacionado con cambios positivos en la microbiota intestinal (48).
Una de las patologías en las cuales más se está hablando en los últimos tiempos acerca de la dieta cetogénica es en el cáncer (49) y aunque hay mucha controversia sobre el tema (50), no se puede negar que en estudios preclínicos y clínicos se ha investigado el papel de un metabolismo desregulado en la sostenibilidad de la iniciación y la progresión de los tumores.
No hay que olvidar que los cuerpos cetónicos (en particular β-hidroxibutirato) pueden modular la inflamación por mecanismos epigenéticos lo cual también puede ser beneficioso en el cáncer (51). De todas formas sí hay que reconocer que gran parte de los estudios presentan grandes limitaciones en su metodología; es decir, solo son casos aislados o estudios comparativos que tienen tamaños de muestra muy pequeños (52). Pero que esto sea así, no quiere decir que poco a poco se va sugiriendo una posible utilidad de esta herramienta dietética. Suficiente como para merecer ser estudiada más en serio y tenida en cuenta como una opción por parte de los oncólogos.
Por tanto la dieta cetogénica puede ser una herramienta útil en determinadas personas en determinadas circunstancias. Sus restricciones respecto a grupos de alimentos dentro del patrón mediterráneo puede influir en la adhesión negativamente.
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